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Treinta años de sociedad necesaria

Vidal Gago

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Socio Colaborador de CAXXI

Publicado en LNE el 13/12/2022

Reflexiones actualizadas sobre exigencias cívicas a una colectividad madura

 

“El ciudadano actual que se ha visto invadido por los esquemas del Estado del Bienestar, piensa que una vez cumplidas sus obligaciones fiscales finalizan sus obligaciones morales hacia la sociedad”
Antonio Sáenz de Miera.- La Sociedad Necesaria. 1992

Han pasado ya dos quindenios – qué bella y desusada palabra – desde la publicación del libro arriba citado. Y había transcurrido por entonces otro más a contar a partir de las primeras elecciones democráticas. Su autor quizá no sea conocido para el gran público, pero quienes lo tratamos tuvimos la suerte de llevarnos algunas píldoras de sabiduría que nos han servido de consejo a lo largo de nuestras vidas.

De Antonio Sáenz de Miera se pueden decir demasiadas cosas como para trasladarlas todas aquí. Fue profesor en la Complutense, directivo de Hidroeléctrica Española y hacedor de la Fundación Universidad-Empresa. Desde ésta, y con su experiencia como becario Fulbright, impulsó el programa Comett de la entonces Comunidad Europea, gracias al cual miles de universitarios disfrutamos de becas para trabajar en países europeos distintos a los propios en nuestros comienzos profesionales. Declinó la invitación de incorporarse a la política, al menos desde dentro, pues siempre trabajó en esa zona de transición entre lo público y lo privado a la que siempre otorgó gran valor. Fallecido el pasado año sus reflexiones se guardan, entre otros, en su libro El Azul del Puzzle, publicado por la ovetense Ediciones Nobel, en el que desarrolla su conocimiento sobre la labor del voluntariado.

La espina dorsal de “La Sociedad Necesaria” es la llamada al compromiso con valores e ideas para la mejora colectiva, y la desarrolla en campos como las relaciones laborales, la educación, la sanidad, la cultura, el medio ambiente e incluso la investigación científica y técnica. Impele a cada persona a participar en la construcción de esa nueva sociedad, asumiendo que no sabe cómo será ésta, ni fijando cómo debe perfilarse, sino captando las diversas perspectivas que reflejan la heterogeneidad de las experiencias individuales. Además, eso sí, exhorta a los poderes públicos a que no sólo no obstaculicen tales iniciativas, sino que las impulsen y estimulen. En palabras de José Ángel Sánchez Asiaín, quien prologó esta obra, “millones de individuos tomando decisiones, con conocimiento imperfecto acerca de las decisiones de otros, pero produciendo orden y eficiencia”. Todo esto muchos años antes de que se nacieran los conceptos de redes sociales o de C2C.

El propósito, por tanto, es el de pasar del estado del bienestar a la sociedad del bienestar, no en contraposición entre lo estatal y lo civil, sino como conjuntos entre los que siempre ha existido un área de solapamiento. Parte de la pregunta de cuál es la razón de los actos morales en nuestro tiempo y su respuesta es que hay varias: desde la autoimagen o la raíz religiosa a las virtudes laicas. Todas ellas son aceptables y convenientes para el autor, aunque advierte de determinadas amenazas: algunos liberalismos no son liberales y no hay moralidad sin sacrificios.

Más de actualidad que nunca, apunta a la necesidad de que una sociedad adormecida y desincentivada despierte y se ponga en acción, y así la multiplicidad de grupos sociales, asociaciones, fundaciones y entidades semejantes puedan garantizar la estabilidad y la permanencia de los objetivos del conjunto, brindando una amplia pluralidad de enfoques y propósitos, lo que conlleva una defensa social ante el poder hegemónico del Estado, sea cual sea el signo político del gobierno.

Si ya en 1992 aseveraba que no se puede seguir concibiendo a la sociedad como si estuviera siempre en un estado de permanente minoría de edad, no parece buena idea que tres décadas más tarde existan tentaciones de mantener actitudes similares. En estos tiempos turbulentos es más oportuno que nunca tratar al administrado como alguien con criterio propio, informado y conocedor de sus intereses individuales y colectivos. Pero para ello cada persona debemos hacer nuestra parte, ser exigentes y a la vez generosos.

Terminaremos volviendo a hablar del quindenio, vocablo que tiene una segunda acepción referida a un antiguo impuesto. Combatiendo el conformismo al que se refería Sáenz de Miera, no podemos dejar que nuestra contribución a la sociedad sea meramente fiscal, máxime cuando en muchos casos esos dineros siguen administrados como entonces por manos muertas, algunas demasiado vivas y en la mayoría de los casos – quizá lo peor – caídas.

 

Vidal Gago

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Socio Colaborador de CAXXI

Publicado en LNE el 13/12/2022