Cuando reflexiono sobre mis experiencias profesionales fuera de Asturias resulta inevitable que venga a mi mente una expresión ya conocida en el argot periodístico. Se trata de una expresión gráfica, casi cómica, que no obstante refleja la tragedia que se da constantemente en España cuando se trata de buscar un futuro profesional. Me refiero a la llamada fuga de cerebros, el fenómeno por el cual las mentes más brillantes, preparadas, o tal vez simplemente inquietas, abandonan su región o su país en busca de una mejor situación laboral que su tierra no les va a proporcionar.
Se la puede tildar, como he hecho, de tragedia, que no obstante, y a pesar de contar con esa nueva y gráfica expresión para referirse a ella, no es tan reciente como se podría pensar. No es nueva para Asturias la esperanza de una nueva vida en tierras extranjeras, ni el impulso de subirse a barcos o aviones buscando fortuna. Pregúntenle si no a las palmeras que se yerguen aquí y allá junto a las casas de sus dueños, al archivo que reposa en Colombres, o a la lloca que espera mirando al mar desde El Rinconín de Gijón. Mientras que se dice que la comedia es el resultado de la fórmula de tragedia más tiempo, tras todos estos años la pintoresca expresión fuga de cerebros aún no resulta divertida.
No se ha de considerar extremista la denominación de tragedia para estas recurrentes migraciones, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los aspectos clave de la tragedia es la evitabilidad. Siendo, no obstante, un tema conocido y tal vez demasiado vivido en la sociedad asturiana, no creo que sea un tema estrictamente ceñido a ser asturiano, sino un tema nacional.
Concretamente, se centra a menudo en el tema del cuidado. El estudiante universitario encuentra mejor trato y más fondos en universidades extranjeras, y, en caso de que estudie aquí, encuentra mejores puestos de trabajo, y de nuevo más recursos, en el extranjero. Los recursos y las herramientas definen mejores puestos con mejores salarios, y esto sólo se fragua en el crisol que conforma una universidad cuidada. No siempre se trata únicamente de fondos, que sin embargo son cruciales. Sí, la afluencia económica de las universidades debería ser un asunto incuestionable, que permita, como he dicho, forjar buenos recursos que permitan mejor educación y la aplicación de dichos recursos y técnicas, fruto de la investigación, en el mundo laboral. Pero también existe la urgencia del cuidado, el mimo. Frente a otros países, España no proporciona un cuidado especial a sus académicos. No es que estén extremadamente descuidados: pero no están cuidados en absoluto.
La culpa es, en parte, de la falta de apreciación por los valores intangibles, culturales. Las artes y las humanidades son despreciadas, pero también a menudo los puestos académicos en los campos que, en cambio, luego producen los valores tangibles, los apreciados hoy en día. El materialismo prima sobre la disciplina, la cultura, la historia: en suma, la sensibilidad cultural nacional. El mundo laboral se encuentra gravemente enfermo, afectado por la plaga de la titulitis, que urge a pedir papeles que anuncian habilidades, cuando lo que se debe buscar es el talento, las capacidades, las habilidades, y la buena disposición. En esto, a diferencia de vecinos europeos y países de ultramar, no estamos actualizados.
Si alguien pregunta, como hice yo recientemente en Amberes, dónde debe uno formarse fuera de Bélgica u Holanda en el campo de la marina mercante, no existe el reflejo por parte del interlocutor de responder: “Asturias”. Se toma de referencia el País Vasco. Hay por lo tanto que invertir en generar, y en poner en valor, el conocimiento y la experiencia que, a nivel regional, aporta Asturias en campos como la marina mercante, la ingeniería de minas, el industrial…
Existen industrias, como la alimentaria, de la cual se saben cosas, y aún tiene fuerte presencia, y las olvidadas y apartadas como la del vidrio. Por estos ejemplos la región no solamente atrajo talento, sino que además contribuyó al crecimiento de ese talento, y se convirtió, en un determinado momento histórico, en una referencia hoy perdida a favor de otras regiones. Es ahí donde hay que invertir, en romper esta dinámica de pérdida de talento. No sólo eso, hay que invertir para que la región siga siendo, o vuelva a ser, un referente europeo en aquellas materias que, de manera importante y conectando con mi anterior apelación a apreciar los valores culturales, intangibles, son materias sustanciales a nuestra única, melancólica, trabajadora, y vivaz cultura regional, a lo que Asturias es y ha sido siempre.
Esta es la vía para devolver el talento a Asturias: ponernos en el mapa, o más bien, mantenernos y brillar más en él, y no perder la mirada, como la lloca, mirando a nuestros talentos desaparecer en el horizonte sin saber si volverán para enriquecer la cultura y conocimientos de nuestro hogar.
RAFAEL TRUÁN BLANCO
Socio/Partner. Head of International at THOMAS DE CARRANZA ABOGADOS.
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