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¿ESTÁ SEGURO DE QUÉ EN SU ACTIVIDAD NO PUEDE HACER TELETRABAJO?

El COVID-19 está poniendo a prueba todos los pilares de nuestra sociedad, la economía, el sistema sanitario, el educativo, las redes de distribución, la solidaridad de la sociedad, la fuerza de voluntad. No sabemos cómo de lejos está la salida de este túnel, pero casi todos estamos de acuerdo en que muchas cosas en nuestra vida no volverán a ser como antes.

Durante estas semanas estamos viendo cómo multitud de empresas y actividades profesionales se ven tremendamente limitados por las restricciones de movilidad, por el confinamiento en los domicilios. Pero no está tan clara la línea que delimita si es productivo mantener la actividad empresarial o profesional, en este régimen de confinamiento.

Es bastante obvio que todas las tareas con componente física (plantas industriales, fábricas, tareas con manejo de maquinaria, el comercio presencial, etc.) se ven restringidas por las medidas del COVID-19. Otras, aunque permitidas, sencillamente se ven limitadas por la brutal caída de la demanda (venta de automóvil, textil, etc.). Sin embargo, ¿estamos haciendo todo lo que podemos hacer? ¿podemos hacer algo para mantener, al menos en parte, nuestras actividades, de forma productiva, en este régimen de trabajo en remoto?

La historia del teletrabajo en España es muy alentadora. Entre 2006 y 2019, el porcentaje de ocupados que teletrabajan, ocasional o totalmente, apenas pasó de 5,2% a 8,3% del total. ¡Solo 3 puntos de incremento en 13 años! En cambio, la evolución de la tecnología y las comunicaciones durante este periodo ha sido tremenda. No parece que este sea el factor limitante.

Todavía no hay estudios detallados acerca del volumen de trabajadores en modo teletrabajo durante esta crisis. Según una encuesta de Gartner realizada a 800 ejecutivos de RRHH a nivel mundial un 88% de las empresas ha recomendado a sus empleados trabajar desde sus casos. Como ejemplo, en Indra hemos movilizado 25.000 trabajadores (un 92% de la plantilla) a trabajar desde sus casas ¡en apenas 1 semana! Sin embargo, pero es más que probable que si nos salimos de las grandes compañías y ponemos el foco con la pequeña y mediana empresa o en los colectivos de autónomos y profesiones liberales el incremento de la actividad en remoto ha tenido un menor calado. Es justificado pensar que estos colectivos son los más expuestos a la crisis post COVID-19.

Aunque hay excepciones, las grandes compañías tienen más medios y han hecho los deberes, asesoradas por expertos técnicos y apoyados en la experiencia y conocimiento internacional. Pero estas cuestiones también aplican a la pequeña y mediana empresa, a los profesionales y los autónomos. Y es quizás este tejido empresarial el que encara los mayores retos en la era post-COVID-19. Por eso, es sumamente importante que pensemos cómo asegurar la continuidad del negocio durante el periodo de estabilización al tiempo que transformar el tejido empresarial para hacerlo más resiliente a esta pandemia y a sus consecuencias futuras.

Durante esta crisis he podido comprobar que hay todavía profesionales muy cualificados que creen inviable mantener, por ejemplo, la actividad comercial en remoto. O llevar a cabo actividades de asesoría (consultores, abogados, gestorías). O realizar actividades administrativas, por ejemplo, en los ayuntamientos de gran y pequeña escala. También hemos podido observar profesionales docentes muy cualificados con grandes dificultades para impartir una clase online. Está claro que la tecnología es un elemento básico, pero lamentablemente no es suficiente. La transformación cultural es probablemente más difícil que la tecnológica.

La transformación cultural responde muchas veces a barreras mentales («no voy a poder venderle este producto a mi cliente si no le puedo ver en persona…», «mi equipo no va a ser productivo si está trabajando cada uno en su casa y, sobre todo, si yo no estoy allí coordinando», «no soy capaz de dar una charla frente a una cámara, sin poder ver mi público…». En mi opinión, todas estas barreras son muy fáciles de superar, a poco que uno ponga de su parte, si bien es cierto que estos elementos no han estado muy presentes en nuestro sistema educativo. Pero para todas ellas existen numerosas guías de autoayuda, píldoras en YouTube y si no, muchas veces basta simplemente con buscar en Google.

Como ejemplo de lo anterior, vayamos recorriendo algunos de estos tipos de actividades:

Actividad comercial. ¿Podemos llevar a cabo actividad comercial en remoto? Absolutamente. Nuestros equipos comerciales disponen de una amplia gama de habilitadores tecnológicos para realizar presentaciones por videoconferencia, webinar, organizar eventos online, redes sociales con los que pueden realizar las actividades de presentación y promoción de productos y servicios. Más, aún, es el momento de no descuidar la relación con sus clientes y mantener ese vínculo, aunque haya que utilizar nuevos canales, de la misma forma que hacemos con nuestros amigos y familia. Si tomamos como ejemplo la venta por internet veremos que ha tenido una evolución extraordinaria en los últimos años y está más que afianzada en nuestro día a día. En España el comercio electrónico alcanza ya los 12.000 millones de euros y suma, de forma imparable, incrementos superiores al 20% anual. Y no solo artículos de consumo o servicios vacacionales, también automóviles y hasta venta o alquiler de inmuebles. Pero además del canal web no nos olvidemos de las redes sociales. Facebook o Instagram se han convertido de canal de venta de numerosos pequeños comercios, igual que Uber Eats, Glovo o Just Eat permiten la distribución a domicilio de comida preparada y alimentos desde cualquier restaurante. Incluso en estos momentos de crisis puede ofrecer sus productos a través de Amazon Services y aprovechar su red logística. ¿todavía creemos que nuestro negocio o servicio no se puede comercializar en remoto? Créame, tanto grandes como pequeños, sea cual sea su producto o su negocio, hay margen para continuar nuestra actividad comercial durante esta crisis.

Educación. No cabe duda que la actividad educativa, en sus diferentes frentes, primaria, secundaria, bachillerato, formación profesional y universidad, ha encarado un tremendo reto con las medidas de confinamiento. Tanto alumnos como docentes se han visto obligados a utilizar unas herramientas y unas técnicas para las que no estaban preparados. Es cierto que para avanzar en la línea de la educación online hay que mejorar la metodología empleada. Por ejemplo, habilitando plataformas colaborativas y de videoconferencia, mejorando la experiencia de usuario mediante video en streaming, incorporando chat entre alumnos y profesor, app para dispositivos móviles y, sobre todo, desarrollando un amplio catálogo de contenidos audiovisuales o en formato digital. Pero la educación online no solo es posible, sino que ya se viene realizando desde hace tiempo. Se estima que ya hay 122.000 alumnos de bachillerato y 228.000 universitarios que realizan estudios online. Esto supone un 9% y 17,6% respectivamente del total. Sin embargo, en la actualidad estos dos modelos (online y presencial) son modelos estancos, modelos separados. La evolución hacia modelos mixtos online/presencial, también conocidos como «blended training» podría ser una buena estrategia. Desde luego, si nuestros docentes y alumnos estuvieran igual de preparados para impartir y recibir enseñanza mediante estas metodologías, esta crisis habría tenido un impacto mucho menor en la eficiencia educativa. Probablemente debemos plantearnos la permanencia futura de algunas de las cosas que estamos haciendo, en materia educativa, durante el confinamiento para que el modelo educativo futuro sea más resiliente.

Servicios jurídicos y de asesoría legal. Es difícil de entender para los técnicos que gran parte de estas actividades, basadas especialmente en el conocimiento, no puedan ser realizadas en remoto. La tecnología necesaria (almacenamiento, comunicaciones, colaborativa) no es tremendamente sofisticada ni cara. Sí que ha sido, en cambio, muy complejo y costoso su implantación en entornos profesionales donde la tradición tiene mayor peso que la evolución. El punto de dificultad es claramente el cambio cultural. Asumiendo que algunos cambios deben ser aceptados, de forma integral, por todo el sistema (llegando hasta notarios, jueces y fiscales) hay muchos ámbitos donde es perfectamente posible el trabajo en remoto. A modo de ejemplo, la incorporación de LexNet con sus dificultades iniciales ha permitido, allí donde es posible su utilización, que hasta un 80% de los escritos sean presentados en formato electrónico. Este ha sido un importante avance. Y se está haciendo un esfuerzo enorme por incorporar la firma digital y los equipos de videoconferencia en los juzgados. Pero esta ola también llega hasta la digitalización de los despachos y gestorías. Incluso asumiendo una dificultad inicial de digitalizar el histórico existente de documentación en papel ¿tiene justificación que los despachos se resistan a una transformación que ya han adoptado sus clientes? Hemos visto cómo algunos despachos han acaparado un trozo importante del negocio gracias a la transformación del modelo en casos como las demandas de cláusula suelo o participaciones preferentes en los que los clientes pueden hacer seguimiento de su expediente en cualquier momento y desde cualquier dispositivo. Y toda la documentación se almacena digitalizada desde el principio. Por no hablar de la incorporación de tecnologías como blockchain en los procedimientos para asegurar su trazabilidad y transparencia y que auguran un futuro de grandes cambios en los ámbitos de notaría y registro. No cabe duda de que hay bastante recorrido de mejora y que, siendo esta una actividad esencial, es recomendable avanzar lo más rápidamente posible.

No se vislumbra todavía cuál será la ruta para la vuelta a la normalidad después del COVID-19 ni su duración. Parece probable que, tras la finalización del estado de alarma, demos paso a un periodo de progresiva estabilización de las diferentes actividades hacia un escenario final que seguramente tendrá diferencias respecto al anterior al COVID-19. Como siempre ocurre, a esta crisis sobrevivirán aquellos sectores de actividad, aquellos profesionales, trabajadores o estudiantes que sean más capaces de adaptarse al medio hostil tanto durante el periodo de confinamiento, como durante la estabilización y después. Por tanto, y como mensaje final, sea cual sea el tamaño de su negocio ¿no es más acertado aprovechar las difíciles circunstancias actuales para iniciar, ya mismo, un salto hacia la digitalización que inevitablemente tendríamos que dar en unos pocos años?

Roberto Díaz Estrada     
 
Director de Tecnología en Minsait y miembro del Consejo Corporativo de CAXXI.

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