Genma Pérez se fue a Dresde en 2014 por amor: «No sé si fui valiente o inconsciente»
Bien sabe Genma Pérez (Ribadesella, 1971) que la vida tiene vida propia, que los trenes pasan y hay que subirse a ellos. Formada como ingeniera industrial en Gijón, tenía su vida hecha en España, donde trabajaba para Rioglass, hasta que un alemán se le cruzó en el camino y con sus dos hijas hizo la maleta y allá se fue. Eso ocurrió en 2014 y allí sigue, en Dresde, teletrabajando primero para aquella empresa y ahora para otra, muy agradecida y muy contenta. «No sé si fui muy valiente o muy inconsciente», dice ahora. Entonces sus hijas tenían ocho y diez años y ahora una está en la universidad y la otra, a punto; ahora sabe que los niños se adaptan a la voz de ya y que todo fue más fácil de lo que pensaba. «En un año estaban hablando alemán y ni siquiera perdieron un curso», dice orgullosa esta mujer alegre, positiva, que no puede pasar más de dos meses sin volver a casa.
Quizá por esa cercanía que dan los teléfonos y los aviones casi hasta la puerta de casa –ella y sus hijas vuelan a Bilbao para retornar a Asturias– la nostalgia no se antoja insalvable. Está adaptada al país y ya habla el idioma que le permitió integrarse en el plano social. «Cuando vine no hablaba ni una palabra, en el trabajo seguía en español y en inglés, con mi pareja hablo en inglés, pero el alemán lo necesitaba a nivel social, aquí la gente no sale de bares o de sidrerías, quedan en casas, y te puedes imaginar lo que es sentarte a las siete de la tarde en una mesa y pasar unas cuantas horas sin entender nada». Misión cumplida el idioma, y misión cumplida el reto que fue aventurarse a vivir en Alemania sin dejar atrás a la familia, lo que le ha permitido concluir que, en realidad, «Europa no deja de ser muy pequeñita». Todo se ve más cercano cuando, como a ella le ocurre, sus amigas son argentinas o indias.
En todo caso, el cambio es grande, y Alemania tiene sus particularidades. En el lado positivo, la honestidad que derrochan los alemanes, la seguridad de un país en el que si pierdes la cartera, como le sucedió a su hija hace no mucho, aparece de inmediato, y en el que si vas de paseo y quieres comprar la miel y la mermelada que se expone a las puertas de las casas solo hace falta tomar lo que se quiera y proceder al pago en la hucha correspondiente. «En España no encuentras ni la hucha ni la mermelada», bromea Genma, que elogia también su puntualidad, así como su falta de sentido del ridículo, que no les preocupe tanto el aspecto físico como aquí. «Son además muy respetuosos en su forma de hablar, no han perdido el usted, y no dicen apenas tacos», resume, y habla también de cómo el patriarcado sí está más presente en Alemania que en la Asturias de la que en realidad nunca se ha ido.
Revela Genma que los alemanes nos envidian, que cuando muestra la foto de Ribadesella la pregunta es ‘¿pero qué haces aquí?’, quizá por esa sociabilidad vital que ella tanto echa de menos: «Se añora el tema de la vida, de los bares, de salir, el terraceo, la sonrisa, pero aquí se saben divertir, y cuando llega la primavera les cambia a todos la cara». Tienen sus merenderos (biergarten), sus salchichas, sus cervezas, sus mercadillos navideños… «Son más divertidos de lo que pensamos».
Ella vive en Dresde, una ciudad preciosa a tiro de piedra de Praga, lo que confirma ese pequeño tamaño que le atribuye a Europa. Allí la vida no es tan cara como en Hamburgo o en Berlín pero sigue estando aún por encima de la de España en términos generales. Eso sí, les falta buena cocina, porque buenos alimentos, salvo en lo que al pescado, el marisco y la legumbre se refiere, sí que abundan en los supermercados.
Con las elecciones aún recientes, ve Alemania en este momento muy polarizada. «Está la gente preocupada», señala esta mujer que vive en el este del reunificado país y que advierte que es una situación incómoda.
Con un pie allí y otro aquí, no hace planes de futuro, aunque espera volver al menos a Asturias cuando sea viejina. «A mis 53 años lo que he aprendido es que hacer planes a largo plazo no suele funcionar».