César Quintana llegó al pequeño país en 2010 para trabajar en Arcelor Mittal y allí sigue junto a su mujer y sus dos hijos
A César Quintana (Oviedo, 45 años) siempre le ha gustado moverse. De Oviedo al País Vasco, donde se crió y transcurrió su adolescencia, de vuelta a Asturias, donde estudió ADE en la Universidad de Oviedo con un Erasmus en Irlanda de por medio, después su primer trabajo entre Asturias y otras regiones, de ahí a vivir a caballo entre España y Mauritania en un proyecto de Río Narcea Gold Mines y ahora en Luxemburgo. «Siempre me ha atraído viajar, moverme», confiesa este profesional que llegó a Arcelor Mittal en el año 2008 para trabajar en Asturias pero a sabiendas de que una empresa global como esta le daría oportunidades de salir al exterior. Así fue. Con 29 años, en 2009, surgió la oportunidad de trabajar en Luxemburgo, donde están las oficinas centrales de la multinacional. Allá se fue en 2010 y allí sigue. «Me vine con mi mujer, Sandra, entonces no teníamos hijos, era una posibilidad estupenda para la carrera de los dos, así como de conocer nuevos sitios al vivir en el centro de Europa, la idea era estar dos o tres años», revela. Pero han pasado quince por razones personales y profesionales. A las mejores oportunidades y condiciones laborales se unió la llegada de su hijo en 2013 y de su hija dos años después. «Las condiciones de vida aquí son estupendas para una familia, es una ciudad pequeña, cómoda, pero al mismo tiempo muy multicultural», relata. Y habla después de cómo todas las nacionalidades están presentes en este pequeño país: «Hay gente de diferentes regiones de Europa, de Asia, de América, con el tamaño de una ciudad como Oviedo aquí tienes decenas de nacionalidades, con lo que implica de idiomas y oportunidades de conocer otras culturas», señala. Sus hijos son trilingües y eso ya es una ventaja per se. «Profesionalmente estábamos muy bien y, en lo que respecta a la parte personal, aquí hay ayudas para las familias, y todo en general, como la sanidad y la educación, funciona muy bien, así que nos dijimos ‘mientras la condiciones sean buenas, seguimos en Luxemburgo’, un año llevó a otro y han pasado quince», resume. Sin un planteamiento largoplacista se ha ido fraguando una vida feliz, pero en la que siempre falta España, que está, pese a ello, muy presente en la vida de sus hijos: «A César y a Alicia les encanta España, siempre hemos mantenido vínculos muy fuertes». Las Navidades son en Asturias, como la Semana Santa y parte del verano. Eso es incuestionable. Volver a España para quedarse, aunque les gustaría, lo ven más complicado: «Nunca se ha descartado, y con la edad nos lo planteamos más, es una posibilidad, pero las oportunidades son el problema».
El trabajo en Luxemburgo es tan multicultural como la población. Son generalmente empresas internacionales y en los diferentes equipos conviven varias nacionalidades con todo lo que eso implica. «Es un aprendizaje, al final hace que la vida cada vez te sorprenda menos, trabajar con personas de diferentes culturas hace que aprendas a ser más tolerante y abierto, aumentes la creatividad y en general te enriquezca la vida», cuenta. Y sin caer en los tópicos sí constata diferencias evidentes en el entorno laboral: «Por ejemplo, en lo que respecta a la puntualidad, en Europa del norte es algo muy rígido, tanto al empezar como al acabar una reunión, mientras que España ofrecemos una flexibilidad que otras culturas no tienen», anota.
La vida, en todo caso, es menos divertida que en España. Aunque se puede disfrutar de planes dispares y diversos: «Yo vivo en el mundo cuarentañero de familia, aunque aquí también el treintañero o veintañero tienen su forma de pasarlo bien, pero la fiesta es diferente, la sociedad es más cerrada en general», sostiene. Ese aspecto no le convence y procura que sus hijos no se vean influenciados por esta forma de vida más individualista. «Así, cuando estamos en España, nuestros hijos no están acostumbrados y se sorprenden de que, por ejemplo, los camareros se dirijan a ellos y les hablen directamente». Quizá por eso se mueve César en un ambiente de expatriados con cierta proximidad: «No tiendes a daneses o suecos, sino a expatriados latinos o italianos, que aunque culturalmente no somos iguales, sí más cercanos».
Otro punto a favor de Luxemburgo es la ubicación geográfica: «Todo está a tiro de piedra, en un radio de cinco o seis horas de coche tienes media Europa». Ellos lo aprovecharon sin hijos para viajarlo todo y ahora que los niños han crecido retoman la ruta.
No añora la comida en particular, pero sí a la familia y los amigos y reconoce tener una visión romántica de Asturias que no le impide ver con claridad carencias que son realidades en su lugar de vida: «Sin entrar en política, aquí hay una visión de estado, un trabajo por el bien común, quizás son más pragmáticos».