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Entrevista | «La vida laboral es multicultural en Suiza».

Alfonso Fernández lleva la mitad de sus 25 años trabajando para multinacionales expatriado. Ahora vive en Ginebra con su familia

Sostiene Alfonso Fernández Suárez (Gijón, 1970) que emigrar, vivir lejos de las raíces, «te enseña a crecer más rapido, a enfrentarte a la vida en ocasiones sin red, a abrir la mente y a entender el mundo y las personas con una perspectiva mucho más amplia y respetuosa». Tiene un coste pero es al tiempo impagable para este director global de marketing y coach ejecutivo con más de 25 años en empresas multinacionales de gran consumo, y más de la mitad de ese tiempo entre Europa y América. Ahora su lugar en el mundo es Ginebra, en Suiza.

Este apasionado del desarrollo del potencial humano y experto en creación de equipos de alto rendimiento, llegó a Ginebra en enero de 2019, tras cuatro años años en Miami. Era su segunda experiencia en Suiza: «Llegué de la mano de la empresa japonesa JTI, con el encargo de coordinar la creación de las áreas de marketing y centros global de servicios en Manila, San Petersburgo y Varsovia».

Conoce bien un país que alberga las sedes centrales de parte de las multinacionales de gran consumo mundiales, como Nestlé, P&G, Philip Morris, JTI o farmecéuticas, y organismos internacionales como la ONU. «La vida laboral es por eso multicultural y completamente internacional», explica, pero no niega que la influencia suiza en pro del cumplimiento de los horarios, un ritmo de trabajo eficiente y equilibrado y el respeto a las personas se deja sentir.

Eso sí, la vida en el ámbito social es «predecible». Y se explica: «Es una sociedad organizada y respetuosa con las personas y las costumbres. Y eso se ve tanto en los horarios, donde el transporte público funciona como un auténtico reloj suizo, aunque cuesta un poco acostumbrarse a esa rigidez cuando se trata de los horarios comerciales o de la vida en general». Lo que más le gusta: «Por un lado, la estabilidad, tranquilidad y seguridad, algo fantástico para familias con niños pequeños, y, por otro, la naturaleza, que me recuerda cada día a mi Asturias natal».

Es además un país multilingüe, en el que –sostiene– hay un respeto absoluto a las diferencias lingüísticas. «Idiomas tan diferentes como el francés, alemán o suizo coexisten sin ningún tipo de problema», señala. Su vida laboral, en todo caso, es en inglés combinado con francés.

Es conocedor de lo singular del sistema político suizo y que no es fácilmente exportable. «Se busca el consenso y la decisión directa del ciudadano», anuncia y explica cómo el gobierno se compone «por siete miembros que deben ser por ley la representación proporcional del parlamento. Y esos siete eligen al presidente del consejo que debe rotar una vez al año». Ve difícil que algo así se pueda dar en España. «También por ley todo tipo de decisiones importantes, tanto a nivel nacional como cantonal o de ciudad, deben ser votadas en referéndum, y el gobierno debe implementar lo que se decida en el mismo. Y estos se producen varias veces al año y por todo tipo de temas».

Es, además, pura belleza un país que tiene un contra fundamental: «Es extremadamente caro». Pero cierto es que «ciudades como Zúrich, Lucerna o Lausana, zonas de montaña como Interlaken, Gstaad, mi favorita, o Zermatt son una auténtica maravilla». Lo recomienda encarecidamente a los amantes de la naturaleza «por sus montañas, lagos y pequeñas ciudades súper limpias y llenas de encanto».

Todo lo dicho no aplaca las múltiples añoranzas asturianas que acechan. «Es difícil no echar de menos mis paseos por la playa de San Lorenzo, las sidras con los amigos en la cuesta del Cholo, ver mi Gijón del alma desde lo alto de la Providencia, o mi café de las mañanas en el Dindurra», cuenta, y habla de familia y amigos y la manera amigable de vivir la vida. Su conclusión: « Somos fantásticos y deberíamos mostrarlo al mundo más a menudo».

Dicho esto, una vez que finalice su vida corporativa y sea factible en el ámbito familiar, retornar es la idea. «Quiero volver con mi propio negocio y ayudar desde mi experiencia en lo que sea posible a que nuestra tierra vuelva a ocupar el lugar que se merece». Pero no niega que mira a Asturias con cierto dolor: «Desde fuera uno es mucho más consciente del potencial tan tremendo que tenemos los asturianos y españoles, y se ve con tristeza cómo nos metemos en peleas innecesarias, en lugar de unir esfuerzos para construir una sociedad mejor». Pese a todo, es optimista.

Alfonso Fernández

Socio Colaborador y mentor de CAXXI

El Comercio