Critica el modelo secuencial de vida que tenemos desde el siglo XIX y apuesta por ‘los perennes’, gente que no actúa según su edad y que es fundamental para el aprendizaje permanente y cambiar la productividad.
Mauro Guillén (León, 1964) es uno de los académicos españoles más destacados en el mundo anglosajón. Economista y sociólogo ha sido profesor en la Sloan School del MIT, en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y ahora es el decano de la Cambridge Judge Business School y miembro del Queen’s College de la Universidad de Cambridge. Su investigación actual se centra en los efectos de la globalización en los patrones de organización y en la difusión de las innovaciones. Su último libro es ‘La Revolución Multigeneracional’ (Deusto, 2024), donde se centra en los cambios que está induciendo la demografía y la tecnología en la sociedad actual.
En su libro defiende que nuestro modelo de vida secuencial de ‘cuatro estaciones’ –juego, estudio, trabajo y jubilación– debe superarse.
— Ese modelo sencillamente está obsoleto porque se diseñó para otra época, para otras circunstancias y otros problemas, y prácticamente no ha evolucionado. Seguimos con esa estructura tan rígida en que vas de una etapa a la siguiente, con una característica muy importante que es que se supone que no das nunca marcha atrás. Vas a la escuela, entras en la universidad y, claro, tienes que aprender todo lo que posiblemente puedas necesitar en tu vida porque la inmensa mayoría de la gente no tiene otra oportunidad para volver a estudiar.
¿No confía en el aprendizaje permanente?
— Esa es la solución, pero no es lo que hoy practicamos. La verdad es que la gente trabaja 30 o 40 años en algo que a la mayoría no le gusta. Pero, claro, le decimos: tú, aguanta, ahorra un poco de dinero, porque al final vas a tener tu premio y ese premio es la jubilación. ¡La jubilación es la peor idea que se ha tenido en toda la historia! Empezamos a entrar en declive cognitivo cuando tenemos 25 años. Y a partir de ahí, con la edad, éste se va acelerando. Pero si dejas de trabajar, todavía se acelera más. La jubilación es una idea muy mala, sobre todo ahora que vivimos tanto. Tenía sentido antes, cuando se vivía menos y la mayor parte de los trabajos eran manuales y requerían un gran esfuerzo físico.
No faltan exmineros que padecen silicosis o su equivalente en otras áreas…
— Por supuesto. Pero el tema es que vivimos más tiempo y que la inmensa mayoría de los trabajos ya no son manuales, son más bien cognitivos. El modelo secuencial surgió en otra realidad que ya no existe, en el siglo XIX. Pero después hay otro problema que es el cambio tecnológico y cuyo efecto más claro sobre nosotros es que aquello que aprendimos en la escuela quedó obsoleto.
Dice en su libro que hoy están conviviendo ocho generaciones en el mismo tiempo y espacio, y que esto no había ocurrido nunca en la historia de la Humanidad. ¿Qué consecuencias tiene?
— Se supone que a cierta edad tienes que hacer ciertas cosas en la vida. Ese es el modelo tradicional que ahora no funciona porque necesitamos más flexibilidad y porque necesitamos un tránsito más fluido entre el aprendizaje y el trabajo. La inmensa mayoría de la gente no aprende nuevas destrezas. Usa las que ya tenía. Esto es insostenible con el cambio tecnológico que hoy nos impone una adaptación continua.
¿Por qué dice que las empresas van a contratar de forma distinta a raíz de esta coexistencia generacional?
— Creo que las empresas, sobre todo las grandes, siguen planteándose la cuestión de manera equivocada. Ellos contratan, pero cuando un trabajador cumple 50 años empiezan a buscar maneras de desprenderse de él. Están perdiendo la experiencia que tiene esa persona, pero, sobre todo, es muy malo para el sistema, la sociedad o la economía. Lo que están haciendo estas empresas con las prejubilaciones es trasladar los costes al resto de la sociedad eventualmente. Pero, sobre todo, estamos desperdiciando un activo muy importante que es la experiencia de esas personas. Una persona de 60 años hoy es totalmente distinta a una persona de 60 años hace medio siglo. Y a raíz de esa mala decisión creamos otras serie de problemas, por ejemplo las dificultades que tenemos con los sistemas de pensiones, con la sanidad… y cada vez la cosa se va a poner peor.
Ha acuñado un concepto: los perennes. ¿Quiénes son los perennes?
—Los perennes son personas que ni piensan ni actúan en función de su edad. La edad es una característica que todos tenemos, pero eso no quiere decir que la edad te dicte lo que tienes que hacer en cada momento de la vida. El concepto de perenne es fundamental para cosas como la formación continuada. No sólo la gente joven tiene que ir a la escuela, debe ir gente de todas las edades. Y en el sector educativo, en el que yo he trabajado toda la vida, tenemos una tendencia que es nefasta y es que clasificamos a la gente por grupo de edad y les damos un programa distinto a cada grupo, cuando la investigación ha confirmado que aprendemos mucho más si estamos en un entorno multigeneracional.
Como la productividad laboral…
— Exacto. La productividad es mayor cuando estás en un entorno de trabajo en el cual hay varias generaciones trabajando, pero también el aprendizaje es mayor.
Como se aplica el concepto de perenne a la mujer, porque la biología define una ventana de edad para la reproducción….
— Eso es una realidad objetiva. La especie humana tiene una ventana de reproducción, pero eso no quiere decir que tengamos que organizar todo en torno a eso. El problema es que lo que yo llamo el modelo secuencial se diseñó para los varones, no para las mujeres.
El invierno demográfico es un hecho. Son 140 los países del mundo que ahora mismo están por debajo de la tasa de sustitución. Hay expertos que ponen en duda que lleguemos a 10.000 millones de habitantes…
— Es muy probable que quedemos lejos de esas cifras. Lo cual es muy bueno.
¿Cuál es la población ideal?
— Vamos a ver, lo que hay que entender sobre la dinámica demográfica es que tienes cambios -por ejemplo, que se tienen menos niños-, pero los efectos de eso permanecen durante 40 o 50 años. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Desde el punto de vista ecológico, del calentamiento global, de los recursos naturales, es muy bueno que pasemos a otro equilibrio. Estamos ahora en un equilibrio en el cual tenemos siete mil millones de personas en el mundo y sería muy bueno que pasemos a otro equilibrio en el cual tengamos solamente cinco mil millones. El problema es la transición de uno al otro y lo que sucede en ella. Si ha caído la natalidad, ¿qué es lo que implica? Pues que tendremos cada vez menos personas en edad de trabajar por cada persona en edad de jubilación. Pero eso solamente será realidad durante 40 o 50 años porque esas personas van a morir y pasaremos a un nuevo equilibrio. Este equilibrio, ecológicamente, es mucho mejor. Pero el problema es la transición, porque vamos a tener una descompensación y, por ejemplo, no vamos a tener suficiente dinero para las pensiones…
«Los mayores van a votar y los jóvenes no. Hay más promesas para los mayores que para la gente joven. El poder político de los mayores es enorme y está creciendo»
Tampoco vamos a tener suficientes médicos porque las cohortes son más pequeñas.
— Efectivamente, van a pasar muchísimas cosas. El problema no es que vayamos a tener una menor población mundial, yo creo que eso es positivo. El problema es la transición de un equilibrio a otro.
¿No deberíamos tratar de que la decisión de tener hijos fuera una cuestión, al menos, neutral?
— La principal causa de la caída de la natalidad es el acceso de la mujer al sistema educativo. ¿Por qué? No solamente porque quieren tener una carrera profesional, sino porque posponen el primer hijo. El factor fundamental en la caída de la natalidad en todo el mundo es que las mujeres en vez de empezar a tener hijos a los 14 años, los tienen después de los 30 años. Vamos a razonarlo de esta manera porque no todo el mundo lo entiende: si las mujeres por término medio tuvieran tres hijos a lo largo de su vida y esos tres hijos los tienen a los 17, 18 y 19 años en lugar de cuando tienen 29, 30 y 31 años, la población crecería mucho más rápido. Aunque sea el mismo número de hijos, si los tienen más temprano, la población crece más rápido porque las generaciones se acortan. Así que hay dos factores por los que la población decrece: por el número de hijos y por la edad a la que los tienen. Y las dos cosas están relacionadas. Si una mujer espera a tener su primer hijo a los 29 o 30 años, ya no va a tener tres, va a tener uno solo.
El mundo está diseñado para hombres. ¿No sería el momento de cambiar la secuencia de la vida laboral?
— Las mujeres están teniendo los hijos cuando quieren. Estamos en una sociedad libre. Pero los están teniendo después de los 30 años, ¿por qué? Porque quieren ir a la universidad, tener una carrera profesional y tampoco están muy interesadas en tener muchos niños. Han cambiado las actitudes y valores sobre los hijos. En la generación de mis padres una persona exitosa tenía un trabajo y muchos hijos. Hoy, tener hijos no supone ningún prestigio social. Hoy no quieres tener muchos hijos, quieres tener hijos más exitosos.
¿Por qué los perennes podrían mitigar el choque generacional?
— Ahora ya tenemos muchos conflictos entre generaciones, entre distintos grupos de edad, por el desequilibrio numérico que hay. A no ser que haya mucha inmigración, los jóvenes van a tener que pagar muchos impuestos para financiar las pensiones y la sanidad por las promesas que se hicieron a las personas mayores. Esto puede llevar a situaciones muy perversas, por ejemplo, que los jóvenes se quieran marchar del país. La mentalidad del perenne lo que hace es minimizar estos conflictos entre generaciones de modo que las generaciones no estén sólo haciendo una cosa, sino que vayan cambiando sus roles. Por ejemplo, que una persona de 40 años vuelva otra vez a estudiar. Esa nueva mentalidad podría contribuir a que menos gente se jubile tan pronto. Y esto es fundamental: todos los grandes problemas demográficos que tenemos se exacerban por la cuestión de la jubilación. Tiene que ser una prioridad de la política pública conseguir que la gente siga trabajando.
¿Cómo impacta en la política?
— El principal problema en la política es que tenemos tasas de participación muy distintas. Los mayores de 50 años vamos a votar, los jóvenes no. Los candidatos prometen cosas para la gente que vota. Hay un sesgo muy pronunciado a favor de proteger las pensiones, reajustarlas con la inflación. Hay más promesas para los mayores que para la gente joven. El poder político de la gente que tiene más de 50 años es enorme y está creciendo.
¿Qué está sucediendo con la globalización?
— La situación que tenemos es sencilla: estamos asistiendo a un cambio de guardia y no sabemos qué va a ocurrir. El anterior cambio, cuando el Reino Unido cedió su puesto a Estados Unidos, fue relativamente sencillo porque ambos países eran modelos similares. Ahora tenemos un choque frontal entre dos concepciones totalmente distintas, la de China y la de Estados Unidos. Va a ser una transición más problemática.