Compartimos la entrevista de ayer domingo a nuestro socio colaborador Benjamín Gutiérrez, que ha vivido en Gran Bretaña, Irlanda y México, viajado por medio mundo y ahora trabaja en Oporto como director de compras de una empresa. 👉 El Comercio
Se puede decir que Benjamín Gutiérrez (Oviedo, 35 años) es un ciudadano del mundo. Un no parar ha sido la vida de este graduado en Administración y Dirección de Empresas que en su periplo ha ido especializándose en lo profesional y creciendo sin tregua en lo personal.
En 2010 acabó la carrera y el último año obtuvo una beca de Compromiso Asturias XXI para trabajar en Londres. Allí se fue de becario a un restaurante, se acabó quedando dos años más aprendiendo inglés y haciendo un curso en la Universidad Metropolitana hasta que decidió dejar la capital británica para hacer un máster de logística en Cranfield. «Es el mejor máster que hay en Europa», dice. Empezó a enlazar trabajos, en Easyjet primero todavía en Inglaterra, y un tiempo después se fue a Irlanda, a Kerry, una gran empresa de producción alimentaria. Vivió dos años a la afueras de Dublín y comenzó a trabajar y a conocer a fondo las compras de verduras. Y comenzó a recorrer el mundo.
Tres meses en EE UU, en Wisconsin, viajes a México, Brasil, Turquía… Le propusieron quedarse en Estados Unidos pero él planteó la opción de México. Allí se acabó instalando, con base en Santiago de Querétaro, como comprador de vegetales para toda América Latina. Seguía en la empresa irlandesa pero viajando continuamente por el sur del continente. Se estableció y mucho más que eso: «La vida me fue bien, de hecho hasta fundé un equipo de rugby en Querétaro», introduce. Y añade: «Conocí a la que ahora es mi mujer, nos casamos allí y, cuando nos planteamos tener familia, pensamos que era mejor en Europa», explica. Atención porque aquí hay una curiosidad o una señal del destino: ella es mexicana nieta de un hombre procedente del concejo de Salas.
¿Qué enseña trabajar en tantos lugares y con gentes tan distintas?
«Otras formas de pensar, empatía, entender muy bien cómo piensan los demás», afirma, quien sabe que todo ese ‘background’ que da el mundo es bueno a la hora de hablar con clientes o de gestionar equipos.
Claro que, ahora en Portugal, todo le parece más fácil y más cercano a lo español. «También es verdad que yo estoy ya acostumbrado al cambio, cuando salí con 22 años no era lo mismo», afirma.
En cualquier caso, las diferencias entre América Latina y Europa existen. Pero también hay similitudes, al menos con España: «Con América Latina a nivel cultural hay muchas similitudes, priman las relaciones; en el norte, prima la gestión del tiempo, objetivos y resultados». ¿Y cuál es el manejo ideal? «Yo creo que es una mezcla de los dos».
En todas partes, a un lado y al otro del charco, ha trabajado duro, ha tenido momentos amargos y otros muy divertidos. «Cuando me incorporé en Kerry en Irlanda fue en un programa de graduado de aprendizaje, entramos setenta personas y fue muy divertido porque la empresa tenía italianos, alemanes, marroquíes, americanos… Todo mezclado», afirma. Esa mezcla hace que se cree como «una especie de cultura internacional y a la hora de trabajar te abre la mente».
Merece la pena la experiencia, por mucho que se eche de menos a la familia y la gastronomía, aunque ahora en Oporto, a cuatro horas y media de casa y con la posibilidad de teletrabajar algunos días, las distancias se han acortado enormemente para él y su familia. En todo caso, el viaje de ida, y espera que algún día de vuelta, que ha emprendido le ha llevado a ver su tierra de otra manera: «Asturias es un lugar tranquilo, con una calidad de vida alta, pero hay más dificultades y oportunidades en el ámbito laboral», concluye. Si no a Asturias, sí querría regresar a España. Si lo hace, tiene claro que el cargamento que se traerá consigo es inmenso: «Vale la pena arriesgarse, el crecimiento vital pasa por situaciones que no son fáciles, pero para crecer a veces hay que pasarlo mal».