El Archivo de Indianos, un lugar de homenaje a los asturianos transitivos y a los españoles que emigraron a América
Supone para mí una satisfacción dirigirme a todos ustedes para presentarles nuestra «Casa de la Emigración»; porque, eso es en esencia el Archivo de Indianos, una casa y un lugar de homenaje a los asturianos transitivos y a los españoles que emigraron a los distintos lugares de América.
El Archivo de Indianos es una fundación cultural constituida en mayo de 1987; cuenta ya 38 años de historia y un importante balance de realizaciones. Tenemos la sede en Colombres, Asturias. Es ese edificio que se muestra en las fotos con tonalidades de azul y plata. Esos colores quieren simbolizar los tonos cambiantes del mar, el viaje ultramarino y la riqueza y progreso aportados a España por los emigrantes a América.
Ha sido una iniciativa del Principado de Asturias a la que se sumaron varias entidades e instituciones, públicas y privadas. La idea surgió en vísperas de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y como contribución asturiana a los actos conmemorativos de 1992. Pero el proyecto fundacional puso su mirada, más que en el primer descubrimiento –lo que con matices podríamos llamar etapa colonial-, a lo que, con acierto, se nombró el segundo descubrimiento de América, es decir el operado por nuestra emigración a los países de habla hispana durante los siglos XIX y XX.
Y en ese ámbito temporal, nuestra fundación tiene como fines el estudio de las instituciones creadas por los emigrantes, la formación de un archivo documental sobre su presencia en América, y, sobre todo, convertirse en punto de encuentro entre españoles, emigrantes y sus descendientes en el espacio simbólico de la Quinta Guadalupe.
Sin duda, el movimiento migratorio a América por su magnitud y trascendencia económica, social y cultural, ha sido uno de los fenómenos más importantes de la historia contemporánea, tanto asturiana como española. Pensamos que la consolidación de las repúblicas americanas no se puede entender del todo sin el concurso de nuestra emigración y los procesos paralelos de integración mutua experimentados en los países de acogida. No fue pues asunto solo de libertadores y de nombradas figuras históricas, que en definitiva son la espuma, por debajo siempre hay una corriente humana, muchas veces ignorada, pero determinante del curso histórico.
Así que, cuanto más se reflexiona sobre esto, podríamos concluir que «nunca estuvimos más unidos que desde que estuvimos separados». Porque, no solo los conflictos, como algunos sostienen, la cooperación es también motor de la historia y, en la conciencia histórica de los países hermanos de América, cada vez se reconoce más el papel de los emigrantes españoles. Argentina sería uno de los mejores ejemplos.
Como sabemos, una figura arquetípica de esa emigración fueron los indianos, que precisamente dan nombre a nuestro archivo. En consecuencia, investigamos sobre su vida y obra, acumulando información sobre su contribución a la modernización de España. Cómo no recordar aquí, entre otras aportaciones, las fundaciones docentes y las escuelas creadas por ellos.
Sin embargo, los indianos, son solo una parte de un mundo social más complejo, protagonizado por otros sujetos menos visibles para nuestra historia y cultura. Por ejemplo, muchos emigrantes –hombres, mujeres y niños – fueron derrotados por circunstancias de la vida y tuvieron que regresar: enfermos unos, viudas, huérfanos; sin ocupación o trabajo otros; desilusionados, pidiendo ayuda a parientes o amigos volvieron por la puerta de atrás, sin reconocimiento alguno. El contrapunto indiano tiene pues un lado dramático. Su historia también cuenta para nosotros y en parte está recogida en los cientos de fichas y expedientes de emigrantes repatriados conservados en la Quinta Guadalupe.
Entre ambos polos, triunfos y fracasos –aunque no todo regreso puede tildarse como fracaso–, otros emigrantes, la gran mayoría, permanecieron en los países de acogida en los que continúan sus descendientes. Fundaron allí casa, familias y empresas, pero para Asturias y España, muchos quedaron en el olvido. Recuperar su memoria y promover con ellos relaciones sociales y culturales es otro objetivo de nuestra fundación. Aquí tenemos que poner el acento en la necesidad de continuar con los esfuerzos de conexión con las jóvenes generaciones, los nietos de aquellos que marcharon.
Un segundo campo de trabajo se centra en la dimensión agregada de los emigrantes en Centros y Sociedades (…). Las sociedades de la emigración española en América han sido muchos centenares en diferentes países; aunque no todas han llegado al presente histórico. (…) Aunque con el tiempo han ido variando los propósitos que animan a las sociedades de emigrantes, para entender su importancia histórica hay que retrotraerse al periodo clásico de la emigración, durante el último tercio del siglo XIX, y la ausencia por entonces del estado social tal y como lo conocemos hoy.
Sin duda la constitución temprana de sociedades de emigrantes por regiones españolas contribuyó a mantener en América la identidad de cada una de ellas, las costumbres, el folklore y otros valores de los mayores. Los centros españoles, contribuyeron a mantener entre todos la cohesión y el orgullo por el origen nacional.
Pero el móvil para la formación de agrupaciones sociales no fue solo sentimental o festivo; fue la necesidad de llenar los vacíos existentes, para evitar que ningún compatriota en América se convirtiese en carga pública por motivos económicos. Así aparecieron las sociedades de beneficencia. También se buscaba que ningún emigrante careciese de asistencia sanitaria, formándose sociedades de socorros mutuos. Ambas, tienen su linaje en las antiguas agrupaciones gremiales y las cofradías. Si bien, estas últimas, representaban el ejercicio de la caridad, frente al modelo desarrollado por los emigrantes que estaba basado en la mutualidad, la solidaridad y el altruismo. Otro antecedente de las sociedades fueron las agrupaciones musicales, como las Corales Asturianas , gallegas, castellanas o catalanas, entre otras, en Cuba, o en Buenos Aires, que también tenían una dimensión social añadida a su función artística. A partir de ahí fueron surgiendo los Centros Regionales de los que todos hemos oído hablar: gallegos, asturianos, canarios, vascos y, en fin, de prácticamente todos los territorios de España.
Por poner un ejemplo. El Centro Asturiano de la Habana ha sido considerado la obra cumbre del mutualismo social de la emigración en América. Se fundó el 2 de mayo de 1886. Ya en 1900, los asturianos proclamaban con orgullo que su centro superaba a cualquier institución filantrópica de los Estados Unidos de América. Su hospital –La Quinta Covadonga de La Habana– fue de los más importantes del mundo en su tiempo. Su funcionamiento democrático, la orientación laica –con respeto absoluto a los sentimientos de religiosidad de sus asociados–, su benemérita Junta de Beneficencia, su Plantel Jovellanos y planes formativos para los emigrantes lo engarzan, a través de Rafael María de Labra o de Rafael Altamira, con la Institución Libre de Enseñanza. Repatriaba a quienes quedaban sin recursos o enfermos, extendiendo su acción mutual a la península de Florida y a Asturias, donde contaba con delegaciones y hospitales, asumiendo una función que el estado no podía realizar; integraba a la comunidad asturiana, española y cubana en el Palacio Social de La Habana, completando la triada de: Beneficencia, Instrucción y Recreo, haciendo efectivo, en cierto modo, el corpus de doctrina social inspirado por Concepción Arenal y luchando contra el pauperismo. (…).
Así que cuando hablamos de los centros de la emigración, hay que recordar todo esto, y precisar que nunca fueron estrictamente reductos de identidad impermeables y contenidos en sí mismos en las sociedades de acogida. Hablamos de espacios abiertos de transculturación que es el proceso por el que una cultura se integra en otra mediante la comprensión fecunda y el mutuo respeto. Los emigrantes sintieron los países de América como una nueva patria.
Al destacar el papel que representaron los emigrantes y sus sociedades, también quiero poner en valor la necesidad de perseverar en la tarea de recuperación documental que la Fundación viene realizando en diferentes países de América. (…) Una de las actuaciones más importantes que acompañan esa labor es la digitalización de las documentaciones acumuladas y que se están poniendo a disposición pública de investigadores y personas interesadas a través de internet.
También, con las generaciones jóvenes que participan en los Centros Asturianos, se promueve que conozcan la región de sus padres y abuelos (…). Complementando lo anterior, la fundación ha promovido y promueve investigaciones relacionadas con la emigración a América de las distintas regiones de España (…).
Por último, los logros obtenidos en los campos señalados se deben a la colaboración activa y al compromiso de la emigración con el proyecto fundacional. La Asociación de Amigos de la Fundación en México y los centros de emigrantes de Cuba, Tampa, México –con sus dos migraciones la económica y la política, representadas por el Centro Asturiano y el Ateneo Español respectivamente–, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia, Guatemala, Puerto Rico y República Dominicana, han levantado simbólicamente sus banderas en Colombres y queda como tarea levantar muchas más.
Comprometer a los emigrantes y las sociedades en este trabajo común de recuperación histórica, coadyuva a un último propósito: consolidar un punto de encuentro social y empresarial con nuestros compatriotas, sus hijos y nietos en América. La Fundación quiere ser una aportación más, en concurrencia con otras iniciativas españolas –sin duda de mayor importancia– que modestamente contribuya a mantener viva la relación de España y América en el marco de una renovada Hispanidad.