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Artículo de Opinión | «Érase una vez en Asturias… la logística», por Vidal Gago Pérez

Érase una vez en Asturias… la logística

Una visión desde la cercanía a algunos proyectos relevantes

“Algunos logros nunca se consiguen en presencia de quienes oyen hablar de ellos. Pescar un salmón es uno. Trabajar toda la noche, otro”

Anthony Trollope

El ocho de agosto del 98, el Bopa publicaba la declaración de interés general de una decena de fundaciones de carácter docente y cultural constituidas en el ámbito regional asturiano. Entre ellas, la Melquiades Álvarez, la Opinión Pública Libre o la de la Universidad de Oviedo. También, más modesta, la que se denominaba Fundación Asturiana de Logística, cuya azarosa trayectoria conocí bien, desde su nacimiento hasta su extinción.

Fuimos un grupo de entusiastas treintañeros —y algún otro más talludito— quienes al concluir un curso (ahora se llamaría pomposamente máster) sobre esa disciplina, organizado por la Ficyt junto con la Universidad de Oviedo, nos lanzamos a crear un ente cuyo objeto fue un decálogo de intenciones relacionadas con esa materia que se abrochaba con la de «En general, colaborar en el desarrollo social, económico y cultural del Principado de Asturias». Profesionales de entidades como Cofas, Santa Bárbara, Mercasturias, Hunosa o Thyssen; de sectores de la distribución, la banca, la industria o la construcción; así como profesores universitarios. Todos imbuidos de las mejores intenciones, propias de las antiguas sociedades económicas de amigos del país. La Federación Asturiana de Empresarios nos acogió como «empresa singular», teniendo mucho de lo segundo y nada de lo primero. Leíamos a Goldratt (La Meta), organizábamos algunas jornadas divulgativas, un congreso y varios cursos, e incluso el Principado nos invitó a dar unas pinceladas de la materia a algunos de sus funcionarios en el Adolfo Posada.

Pero en Asturias nos pasa con casi todo como lo que se le atribuía a Churchill con Alemania, «Me gusta tanto que prefiero que haya dos», de modo que enseguida surgió un competidor —con mejores padrinos— que se quedó con el santo y la limosna. Nuestra fundación languideció hasta su extinción, mientras desde aquel otro ente se pergeñó un título universitario no oficial, que se impartió con éxito hasta su fin hace un par de años. Quizá fuera porque el nuevo grado de ingeniería en organización industrial, promovido por algunos de quienes fueron nuestros compañeros, haya resultado más atractivo. En todo caso, unos y otros, habrán tenido como referencia el clásico libro del profesor Ronald Ballou sobre logística empresarial.

También muy a comienzos del presente siglo, en la concertación social entre el gobierno regional, la Fade y los sindicatos, se acordó la creación de la Zalia, como polo logístico. Tuvo que pasar casi una década para que comenzaran las obras de la primera fase, encomendadas a una unión temporal de empresas a la que dimos, precisamente, el nombre de Ute Ballou, explicitando así que trabajábamos con un propósito claro. Otros diez años más han pasado desde que urbanizamos cien hectáreas y aquello sigue siendo un baldío.

De los accesos a ese polígono también podría escribirse un relato de enredo. Iban a ser tres. La consejería previó ejecutarlos mediante una concesión. Después con un pago aplazado con financiación de los contratistas que acudimos a las licitaciones de proyecto y obra. Mucho esfuerzo inútil que acabó en agua de borrajas para terminar, con una adjudicación intermedia fallida y mucho retraso, habilitándose uno solo de ellos en abril de 2023. Ahora se esperan las ofertas por las primeras parcelas, para las cuales se han establecido unos criterios de adjudicación cuyo calificativo más benevolente haría referencia a su falta de alineamiento con el objetivo perseguido en su origen. Tras lustros de demoras parecemos condenados a seguir esperando a nuestro Godot, sea éste quien fuere, un fabricante chino de coches eléctricos o cualquier otro.

Por contra, hace unos días hemos visto cuajar, como caso de éxito, la puesta en marcha de las actividades del centro logístico de Amazon en Bobes. Como reza el título de la segunda novela de Goldratt, «No es cuestión de suerte». Fueron la discreción y el trabajo las herramientas que llevaron a pescar el salmón (así llamaba Ballesteros a los torneos mayores de golf). No podríamos determinar con exactitud a una sola persona que sujetara la caña, pero sí a los imprescindibles gancheros que ayudaron a llevar la pieza hasta orilla: la Cámara de Comercio de Oviedo, a la que distinguimos desde el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos por ello; el anterior vicepresidente del gobierno regional, hoy apartado de labores ejecutivas; los diligentes rectores de Siero, ayuntamiento que —en términos boxísticos, libra por libra— no va en zaga de ningún otro en nuestra región (mientras lamentamos casos que parecen seguir honrando la primera frase de la gran novela de Clarín); otras mujeres y tantos hombres anónimos a quienes les correspondió, sin duda, disponer cebos, engrasar carretes y preparar anzuelos;…

Los cientos de empleos y la actividad generada dinamizarán algo la economía del centro de la región. Bien está. Pero los ritmos mundiales no son tan laxos como los de nuestras administraciones. La deseada variante de Pajares va a cumplir pronto un año (sumados a los diecinueve de su ejecución) y aún parece que no sabemos qué hacer con ella más allá de desplazarnos como viajeros en los coches de los nuevos trenes. Será que, como transcribió el profesor Ballou, «las más simples y evidentes mejoras, incluso en las labores más ordinarias, se adoptan con indecisión, resistencia y muy gradualmente».

Como buen aficionado a la pesca que era, él no se limitó a ofrecernos alguna de las truchas o las percas que sacaba del lago Eire, sino que dedicó toda su carrera académica a enseñarnos a pescar en las cadenas de suministro. Falleció en 2022 en una ciudad del cinturón del óxido del Medio Oeste americano, una región que trata de reinventar su economía y paliar el declive demográfico. Como la nuestra.

Vidal Gago Pérez

Socio Colaborador de CAXXI

La Nueva España