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EL BREXIT VISTO DESDE BATH

Desde el primer momento en que pisé Londres, me sentí en casa.  Me cautivo la cultura británica, el “vive y deja vivir” de los ingleses, sus buenos modales y su profundo respeto por la individualidad de los demás. Ser extranjera en Gran Bretaña tenía cierta gracia y el tener un apellido poco corriente era incluso ventajoso cuando competías en procesos de selección con más de 200 personas. Viví en Inglaterra durante 13 años, de 1988 a 2001 y mis hijas nacieron allí. La familia de mi marido no entendía que no tuviese interés en obtener la nacionalidad británica pero yo lo tenía muy claro; yo soy española, residente en Gran Bretaña. Dentro de la Unión Europea, no había necesidad de hacer ningún papel así que nunca me moleste en pedir la residencia. 

Regrese a Inglaterra el verano de 2015, justo antes del referéndum del Brexit y me costó reconocer el país en el que había vivido feliz e integrada durante tantos años. Esta vez ya no era simplemente extranjera sino una “EU Migrant”, una etiqueta con la cual no podía identificarme.  La campaña a favor del Brexit fue tremendamente negativa: la Unión Europea era la culpable de todos los males del país; había robado la soberanía al pueblo británico y humillado su orgullo. La noche anterior al referéndum me fui a la cama tranquila; esperaba que el resultado fuese ajustado pero que ganaría la campaña a favor de permanecer en la UE. Nada más despertarme busque los resultados del referéndum en el teléfono – ¡no me lo podía creer! Todo el país amaneció en estado de shock. Los líderes de la campaña a favor del Brexit tardaron días en dar entrevistas; parecía que ellos tampoco se podían creer lo que acababan de hacer.

Desde entonces el país ha entrado en una espiral de negatividad y malas noticias. Incluso las previsiones del actual ministro de economía vaticinan una crisis económica post Brexit. Grandes y pequeños empresarios han advertido del nefasto impacto que tendrá la salida de la UE para el país. La industria automovilística británica dejara de ser viable. Los grandes bancos ya han empezado a buscar sedes en Europa. La seguridad social se colapsara si una parte importante de sus médicos y enfermeros europeos deciden irse. Se vaticina escasez de medicinas y de comida. Se prevén largas colas en los puertos. No está claro que las aerolíneas puedan seguir volando. La policía británica perderá el acceso a las bases de datos policiales europeas, con el riesgo para la seguridad nacional que esto representa.

Tal avalancha de malas noticias y previsiones económicas preocupantes parece no tener efecto en los ciudadanos que están a favor del Brexit y poca gente parece haber cambiado de opinión en estos tres años. Los pescadores británicos, uno de los grupos más comprometidos con el Brexit, están deseando que el país deje Europa para abandonar el sistema de cuotas pesqueras. Lo curioso es que el 75% del pescado que capturan lo venden a Europa. ¿A quién piensan venderle el pescado tras el Brexit? 

La sociedad británica está totalmente polarizada e incluso la unidad del país corre peligro: Escocia e Irlanda del Norte votaron a favor de permanecer en la UE, mientras que Gales e Inglaterra votaron en contra. Los líderes Escoceses quieren otro referéndum sobre su independencia. El futuro del proceso de paz en Irlanda del Norte está en la cuerda floja.

Lejos de suavizarse con el paso del tiempo, las posiciones se han endurecido. La primera ministra, Theresa May, ha añadido leña al fuego acusando a los ciudadanos europeos de “saltarse la cola” para acceder a puestos de trabajo y de ser “ciudadanos de ninguna parte”. Mis amigos británicos están profundamente avergonzados por todo lo que está pasando y preocupados por el futuro. Paddy Ashdown, antiguo líder del partido liberal, ha definido Brexit como “un acto monumental de auto daño que confundirá a los historiadores”

El ministerio del interior británico ha puesto en marcha un programa piloto para registrar a los cerca de 50.000 ciudadanos europeos que trabajamos en las universidades del país. El proceso es relativamente sencillo: rellenar un formulario en internet, escanear tu pasaporte con una aplicación que solo funciona en Android, el pago de 65 libras y unos días de espera. Ayer recibí un email para informarme de que me han concedido el estatus de pre-residente, que me da derecho a permanecer en el país durante un periodo de 5 años. No está claro en qué momento puedo pedir la residencia.

Tengo la esperanza de que Brexit no llegue a suceder; que se convoque un nuevo referéndum y que la gente joven salga a votar en masa (la mayoría de los jóvenes votaron a favor de quedarse en la UE).  Esta misma semana, el periódico The Independent, entrego una petición firmada por más de un millón de ciudadanos a la oficina de la presidenta del gobierno.

Tanto si sigue adelante como si no, Brexit ya ha causado un tremendo daño a este país. Como en tantos otros sitios, los políticos británicos no han estado a la altura. Gran Bretaña ya no es tan grande.

MARIA ELENA LIQUETE COTERA

Executive Director, MBA Programmes School of Management, University of Bath. Inglaterra

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