El argayón y la conservación de nuestras infraestructuras
«Un destino no es un castigo» (‘El mito de Sisifo’. Albert Camus).
A los rapacinos de las escuelas de la región les han engañado con la Xana y el Trasgu, pues el verdadero personaje de la mitología astur es Sisifo, lo que ocurre es que la leyenda siempre se ha contado mal. El trabajo de nuestro héroe no consiste en subir pendiente arriba la piedra una y otra vez, sino mantenerlas todas fijas en las laderas de nuestros montes. No es, como apunta Camus, un castigo. Más bien el destino irremediable de nuestra existencia en esta orografía maravillosa.
Se abrió al tráfico nuestro cordón umbilical con Castilla, motivo de alivio para transportistas, viajeros, comerciantes y demás nómadas cuyos tráfagos quedaron altera- dos la víspera de San Martín. Una vez más un argayo ha sido motivo de preocupación generalizada en (casi) toda la región, aunque afortunadamente no hubiera que hablar de víctimas mortales.
Nuestras laderas nos sobresaltan con frecuencia. Citaré sólo algunos casos que me fueron cercanos, como el que se produjo hace casi exactamente un lustro junto a la playa de La Griega, que impidió durante unos meses la comunicación entre Colunga y Lastres, obligó a sus habitantes a dar un rodeo kilométrico o-sólo en un sentido-transitar por el agreste camino de La Poladura. Y no sería por falta de avisos durante años por parte de la opinión pública y la publicada. Ahí quedó para muestra el buen hacer de una empresa local que dispuso una escollera de las que llaman la atención de los técnicos que nos visitan. No parece mal lugar ya que, a unos pocos cientos de metros, en la vía de acceso al Museo Jurásico, los visitantes se encuentran como primera bienvenida con un desprendimiento de la ladera que invade la calzada. También por estos meses hace tres años una roca segó la vida de la madre de una compañera nuestra en el corredor del Narcea. O en la vía que lleva de Cecos a Degaña, más de dos décadas atrás, el invierno fue testigo del arrastre de un joven palista cientos de metros abajo por el derrumbe en las obras de ensanchamiento de la plataforma. A nuestro Colegio nos llegan preguntas acerca de las causas, pero creo que no esperan explicaciones sesudas sobre círculos de rotura o métodos de equilibrio limite. Y desde luego, nos exigen soluciones. Técnicas las hay, por su puesto, claro que no son gratuitas.
El último informe, de 2022 con datos de 2021, de la Asociación Española de la Carretera recogía que el déficit acumulado de in- versión en conservación de toda la red asturiana ascendía entonces a 418 millones de euros-un 4% del total, el doble de lo que nos correspondería por superficie- y nos situaba en el podio de las quince comunidades peninsulares peores en cuanto a firmes, señalización horizontal y elementos de balizamiento. Entiéndase que esto hace referencia tanto a los 850 kilómetros de carreteras de titularidad estatal como a los que le corresponden al Gobierno autonómico (616 de la red de primer orden, los más de 1.143 de las vías catalogadas como comarcales y los 2.443 lo- cales de primer y segundo orden). El citado estudio no contempla el estado de los taludes, pero no hace falta ser muy avispado para entender que los recursos que deban dedicar los extremeños o los manchegos a esos menesteres han de ser, por fuerza, mucho menores que los de las regiones cantábricas.
Pero si tomamos simplemente como buenas las cifras dadas por nuestro Gobierno autonómico para su propio negociado, podemos comparar lo previsto en el Plan Director de Infraestructuras para la Movilidad de Asturias (PIMA) con lo realmente ejecutado. Para el quinquenio 2021-2025 se presupuestan 322 obras en 1.345 kilómetros, amén de una bolsa genérica para actuaciones diversas o servicios afectados. El montante asciende a 367,2 millones de euros. Lo que equivale a una anualidad media de 73,4. Demos por buena esa cantidad para la apropiada conservación de nuestras carreteras autonómicas y sigamos con las musas. En los citados ejercicios-incluidas las cuentas recientemente presentadas para 2025-los presupuestos han contemplado un total quinquenal de 312 millones, esto es, 62,4 millones de euros anua- les, un 15% inferior al planificado, aunque gustosos habríamos dado con los dientes contra el canto de Sisifo si se hubieran materializado.
Por el contrario, en el teatro de la realidad nos topamos con que la ejecución presupuestaria en inversiones para carreteras de los tres ejercicios ya cerrados ha sido del 56,8% y, como leíamos hace pocos días en estas mis- mas páginas, no va a mejor. Es decir, dedicamos a nuestras vías regionales cada año unos 35,4 millones de euros, lo que no alcanza si- quiera a la mitad de lo asumido por la propia administración autonómica como necesario para el buen estado de las mismas.
Es entendible el papel de los sucesivos consejeros de Hacienda, sentados a una mesa en la que todos sus pares gastan y sólo ellos recaudan. Difícil, sin duda, cuadrar unas cuentas cuyas prioridades son bien distintas. Así uno no puede sino imaginárselos cual Dómine Cabra, aquel personaje quevedesco que «dormía siempre de un lado, por no gastar las sábanas» y que a la ollaentién- dase ahora ésta como el presupuesto-«<metía un pedazo de tocino en ella que la llena- se y tornábala a cerrar y metíala colgando de un cordel en la olla, para que la diese algún zumo por los agujeros y quedase para otro día el tocino». Recientemente el titular regional del erario nos sorprendía con una nueva e imaginativa métrica, y así en lugar de las inversiones realizadas nos hace fijar- nos en las adjudicadas dando de nuevo ocasión al Buscón don Pablos a continuar el re- lato: «Parecióle después que en esto se gas- taba mucho, y dio en sólo asomar el tocino a la olla. Dábase la olla por entendida del tocino y nosotros comíamos algunas sospechas de pernil». Se agradece, no obstante, la publicación en formato tratable de los da- tos en la web del Gobierno del Principado de Asturias. De los 374 kilómetros de autovías y los 467 de carreteras convencionales de la Red de Interés General del Estado, parecer a partir de ahora, no podremos decir lo mismo si no es con mucho retraso.
Desde los años setenta los alumnos de las distintas escuelas de Ingenieros de Caminos estudian las asignaturas de Mecánica de Suelos y Rocas apoyados por los libros del catedrático de la de Madrid, Don José Antonio Jiménez Salas. En cierta ocasión impartió una conferencia en Santander sobre su árida disciplina. En ella se quejaba de lo desapercibido que quedaba el buen ejercicio de su saber y la maldición del mismo, pues no ve la luz hasta que se produce un fallo en la cimentación de un puente o en el estribo de una presa. Así también ocurre con el mantenimiento de nuestras infraestructuras, cuyo pecado original es el de no ser ‘inaugurables’. Valga por tanto la Geotecnia como metáfora de la conservación de las carreteras, ambas concurrentes en el reciente argayo del Huerna.
En las últimas tres décadas se han construido en Asturias cientos de kilómetros de autovías y carreteras convencionales con parámetros de trazado muy exigentes. Ha sido difícil encajar esas cintas superpuestas en un territorio con valles angostos y terrenos muy heterogéneos. De ese ingente esfuerzo eco- nómico se espera el correspondiente retorno que permita-también-el sostenimiento literal y figurado de las mismas. Si no, mal negocio. Como profesionales del gremio debemos llamar la atención a nuestros conciudadanos sobre la necesidad de que quienes nos gobiernan dispongan los dineros necesarios para mantener ese vasto patrimonio viario. Lo contrario condena doblemente a un Sisifo que tendrá que mantener los montes estables con una sola mano y, aunque Caba mus asegura que hay que imaginarse a Sisi- fo feliz, los ingenieros de caminos que dirigen esos eternos trabajos contra la implacable naturaleza podrán sentirse dichosos o no. En todo caso seguirán manifestando a diario lo mismo que el periodista Latorre tras su comentario matinal en la radio: «Es nuestro trabajo».