Ángel Álvarez Alberdi lleva dieciséis años en Bruselas, donde ejerce como abogado para una consultora española
Ángel Álvarez Alberdi (Oviedo, 40 años) siempre tuvo claro que quería vivir fuera. Y a estas alturas de la película parece difícil que haya billete de vuelta al origen para él. Su lugar en el mundo está en Bélgica, el país al que llegó hace 16 años este abogado y consultor. «Bruselas para mí era un objetivo, yo estudié Derecho en Oviedo y, cuando me fui de Erasmus al Reino Unido, a la segunda semana sabía que quería vivir en el extranjero», revela este hombre interesado en los asuntos europeos, que obtuvo una beca del Colegio de Europa para prepararse para trabajar en torno a las instituciones comunitarias y, tras el máster, se fue a hacer unas prácticas a la Secretaría General de la Comisión Europea. Pero su vida profesional se ha desarrollado siempre en el sector privado.
Trabajó durante doce años en un despacho de abogados estadounidense y ahora está al frente de la oficina de la mayor consultora española en la capital belga, LLYC (Llorente y Cuenca). «Yo quería estar en Bruselas, lo que me movía era entender el funcionamiento íntimo de la UE, los procesos institucionales y políticos y eso lo he conseguido ampliamente». Se dedica a trabajar en la maquinaria europea, en cómo se hacen las directivas y los reglamentos y es un trabajo que le parece apasionante. No ha cambiado su perspectiva de Europa trabajar en su seno: «No soy un desengañado, es muy complejo, soy más consciente desde aquí de la gran distancia que hay entre lo que es la burbuja europea y el ciudadano medio, hay una gran desconexión, lo veo como algo difícil de salvar», resume.
Dicho lo cual, sí asegura que en lo que le toca profesionalmente en estos 16 años sí ha advertido un interés creciente por parte de las empresas españolas sobre el funcionamiento de Europa. «Creo también que los ciudadanos ven de una manera más cotidiana las cuestiones de la Unión Europea, porque tiene más presencia en las noticias y en las conversaciones en la calle».
«Los ciudadanos ven de una manera más cotidiana las cuestiones de la UE, tiene más presencia en noticias y conversaciones»
Casado con una serbia, es padre de un niño y su día a día se desarrolla en inglés, francés y ahora también en español. «Antes de empezar a trabajar en LLYC, mi única experiencia española había sido en la Academia, y ahora en LLYC no hay mucho cambio respecto al despacho americano porque el modelo es el mismo, de modo que no noto diferencias».
Vivir es más aburrido, pero no tanto. No considera Bruselas una ciudad gris: «Hay montones de actividades, conciertos, museos, exposiciones y todo tipo de eventos, puedes ir saltando de uno a otro todos los días». Lo que no hay y es diferente de España es nuestra forma de alternar, de salir a tomarnos una caña. «Aquí no hay esa alegría de vivir tan evidente de los países mediterráneos, pero niego que Bruselas sea un muermo, aquí te lo puedes pasar muy bien».
Solo un tercio de los habitantes de Bruselas son de la ciudad y eso es interesante. «Una de las motivaciones por las que yo vengo es ese aspecto social, en Bruselas mis amigos son de todo el mundo, cada vez que das una cena en casa no es exagerado que cada uno sea de un país distinto y para mí es algo muy enriquecedor».
Esa multiculturalidad y el mero hecho de emigrar son aprendizajes inmensos: «Aprendes a relativizar las cosas, entiendes que cada uno tiene su perspectiva». Hay ganancias y pérdidas en la experiencia. «Asturias vuelve a tener vuelos directos y eso permite a la familia venir más a menudo ahora que tengo un hijo pequeño», anota. Y se va a continuación a la gastronomía: «Siempre digo que aunque haya comida asturiana en Bruselas, a mí me gusta no comerla, porque quiero echarla de menos para disfrutarla de verdad cuando vuelvo a casa de mis padres».
Lo más sencillo es lo más grande. Los pequeños lujos de lo cotidiano siempre están en la añoranza de quien mira a Asturias con otros ojos. «Tiene cosas muy buenas y grandes potencialidades, yo no me fui porque no me gustara Asturias, sino porque quería tener una vida más internacional, ahora la veo de una manera más positiva, pero hay problemas que tratar como el de la demografía, y lo digo yo que me fui», concluye.
Hay que ser optimista e intentar mejorar lo que hay. Eso piensa este abogado que siempre quiere volver a Asturias, aunque no sea para siempre. Claro que: «Nunca sabes adónde te lleva la vida».