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Susana Solís: «Acercar la UE a los ciudadanos ha sido mi mantra durante la legislatura»

Compartimos entrevista a nuestra socia colaboradora Susana Solís, eurodiputada.

Susana Solís es una eurodiputada omnipresente en el buen sentido, pero no lo puede hacer todo sola; por eso da mucha importancia al papel de su equipo, que la define como una persona «muy cercana». Suele conceder «tres debates o tres actos sectoriales» a la semana, y tarda en prepararlos unas «dos horas» cuando versan sobre un tema que «tiene controlado». Si no, el trabajo es más profundo «para llegar muy preparada». Mesas de trabajo sobre fondos europeos, energía, industria o temas de salud con asociaciones de pacientes, cuestiones bien distintas pero no por ello menos relevantes porque lo que se decide en Europa marca el futuro de muchos sectores. Todo se aprieta, eso sí, mucho más en las semanas de pleno en Estrasburgo.

Llegados a este punto de la legislatura, que entra en sus meses finales, Solís no oculta cierto nivel de cansancio, porque han sido, dice, cinco años «intensos» primero con la pandemia de Covid y después con la invasión rusa de Ucrania y las crisis derivadas de ambas. «La Covid supuso trabajar el doble», recuerda, «No estábamos preparados para trabajar on-line ni mucho menos para voto telemático, el esfuerzo de todos fue brutal para no parar la actividad legislativa y acortar tiempos para aprobar las medidas de urgencia que la crisis exigía» y al final de la legislatura ha tocado «acelerar mucho para cerrar expedientes importantes».

Eso sí, se quita importancia: «El cansancio se da como en todos los trabajos, pero merece la pena hacer el esfuerzo», dice una persona que necesita dormir «siete horas», porque suele sacrificar el sueño para poder pasar tiempo con sus hijos, a quienes acompaña al colegio todas las mañanas antes de desplazarse al Parlamento en tren, en un espacio que comparte con más eurodiputados, entre ellos Carles Puigdemont, cuyo nombre sale brevemente por el devenir de la conversación.

Y es que la familia es clave para ella. . Cuando está en Bruselas, suele comer algo rápido sin salir de la oficina, pero trata de cenar todos los días en su casa para pasar tiempo de calidad, conciliar y salir de la burbuja europea, en la que no hay dos días iguales. La eurodiputada marca una rutina propia de trabajo. «Creo que es importante, porque tenemos un trabajo muy diverso. La rutina te la marca la propia agenda», esgrime la asturiana. Más allá de los vaivenes, organiza cada mañana temprano una reunión de equipo para preparar el día. Los días de comisiones, plenos y reuniones de grupos parlamentarios son fijos, «a partir de ahí, se agenda todo lo demás, reuniones de no más de 30 min, esa es la norma». Reciben una media de 25 peticiones de reunión cada semana de lobbies y asociaciones que vienen a Bruselas con temas vitales para ellos: «Me cuesta decir que no, necesito conocer cuál es el problema, más si es un tema que afecta a España. Creo que pesa mucho mis 18 años de trabajo en la empresa privada; antes estaba al otro lado de la mesa y ahora como política, no lo dejo solo en buenas palabras, me involucro hasta el final».

Es ese trabajo en equipo lo que en parte le permite conciliar, pero no quiere un tratamiento especial en este sentido. «La conciliación es muy complicada para todos, ¿no? Para todas las mujeres. A mí no me gusta hacer la excepción de los políticos, los eurodiputados, porque luego pienso en las mujeres que trabajan ocho o diez horas fuera de casa y que encima a lo mejor con menos recursos o con menos medios. Por lo tanto, es difícil, sí, pero se puede hacer», sostiene, y ve clave por ejemplo que sucede en su caso. Se ha traído a sus hijos a Bruselas, por lo que puede pasar tiempo con ellos y su marido es fundamental para repartirse las tareas y turnarse cuando les toca viajar. «Hacemos encaje de bolillos para que no nos coincidan nuestros compromisos ni los viajes». Guarda los domingos para hacer deporte, salir en bici y pasear por las zonas de Bruselas que más le gustan, alejadas del centro. Solís se declara fan de los bosques, de las zonas verdes y de una naturaleza que le hace desconectar del bullicio.

Su rutina, no obstante, se altera más cuando toca viajar al pleno de Estrasburgo -una vez al mes- y la eurodiputada no se declara «anti Estrasburgo», pero matiza: «Creo que Estrasburgo es maravilloso, pero creo que podríamos ahorrarnos el coste porque hay un coste de recursos de ir a Estrasburgo y se podría hacer esta actividad desde aquí perfectamente». La pandemia fue un ejemplo. Asume además que arrastra el cansancio de esos días.

Hay una palabra que aparece varias veces durante toda la conversación, que se alarga durante una media hora: presión. Susana Solís ha estado a cargo de Euro 7, el paquete de legislación sobre emisiones de vehículos que se ha convertido en un pilar clave de la legislatura. «Este es el ejemplo de una legislación donde nos jugamos miles de puestos de trabajo en Europa. Entonces la presión es máxima, pero no solo por parte de los grandes fabricantes, también están en juego pequeñas empresas de componentes o los talleres. Y por otra parte las ONG medioambientales, que también hacen su trabajo de influencia», explica dejando claro que se sabe de memoria cada parte del proceso que ha atravesado. «No hay descanso», dice sonriendo.

«No hay descanso porque además cuando la votación en el Parlamento está tan dividida… yo creo que merece la pena el esfuerzo», repite una Solís que guarda buen recuerdo de todo el trabajo de estos meses, incluso pese a, de nuevo, el desgaste. «Me he reunido con todo el mundo, me cuesta mucho decir que no. Entonces cuando alguien te llama para una reunión porque realmente tiene un problema, me cuesta mucho no recibirlo y escucharlo, porque necesito conocer eso», expresa.

Día y noche sentada en la mesa con esa normativa, que lleva «todas las horas del mundo». Para que salga bien, añade, «necesitas escuchar a todos y necesitas hacer mucha negociación detrás. Fuera de la reunión, mucho por pasillos, mucho con compañeros, con eurodiputados de otros partidos. Necesitas buscar el apoyo dentro de tu grupo, fuera de tu grupo, en el consejo, en la comisión». Así que de esa forma desmonta otro de los grandes tópicos: los eurodiputados trabajan, mucho, muchas horas, todos casi juntos. «En Bruselas al final defiendes intereses de país, y eso ayuda», habla la eurodiputada sobre la relación con otros grupos: hay menos foco, y por lo tanto menos bronca, aunque eso ha cambiado un poco con temas por ejemplo como la ley de amnistía. Solís no huye de reconocer eso también.

¿Se forjan vínculos personales con otros eurodiputados de otros grupos? «Sin duda. Sin duda. De otros países y de otros grupos. Se forjan porque muchas veces necesitas esas relaciones para llegar a buen término en algún momento», expresa Susana Solís. El de la Eurocámara es un trabajo más de fontanería política, y es algo sobre lo que la eurodiputada se ha dado cuenta. Solís se define como una política «local». Le gusta viajar a España, ver los problemas sobre el terreno, visitar empresas, participar en foros.

«He recorrido todas las CCAA explicando cómo funcionaban los fondos europeos, escuchando los problemas de las pymes y muchos pequeños municipios de la España vaciada para darles voz en Europa. Por eso «acercar Europa a los ciudadanos» ha sido su «mantra» durante la legislatura. Hacer la UE más entendible para todos, y sobre esto pone un ejemplo muy concreto: «Cuando tu familia no entiende lo que hemos aprobado o le parece que has aprobado algo que es inviable pues tenemos un problema. No lo estamos comunicando bien o no estamos escuchando bien, eso creo que es clave», concluye.

¿Y cómo es la vida en Bruselas? Diferente, simplemente, y con un cambio importante en el día a día: la falta de horas de luz. Susana Solís es asturiana, así que la lluvia no es un problema para ella. Sonríe cuando habla de esto, y se reconoce acostumbrada ya a las dinámicas belgas pese al cambio en los horarios o el clima, digamos, mejorable. Y cena temprano. Ese cambio lo ha hecho muy suyo. «En mi casa cenamos a las ocho de la tarde, ni un minuto más. Ahora se me hace imposible viajar a España y cenar a las 10. Es algo a lo que cuesta mucho volver una vez que lo dejas», termina.

En conclusión, Susana Solís, que acaba de arrancar su día después de esta conversación y tiene una agenda apretada, le pone un «notable» a la legislatura en la UE. «Un 7, le pongo un 7», aclara. «Creo que podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, un notable bajo; eso significa que todavía nos queda mucho por mejorar», explica.

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